Ésta es mi segunda creación para el blog. ¡Estoy emocionado! Las ideas vienen a mi mente en torbellino.
Espero que os guste esta nueva historia, en la que os invito, o mejor dicho, os exhorto a vivir vuestra vida y a disfrutarla.
Había una vez un lejano pueblo, un pueblo muy pequeño y tranquilo. En aquel pequeño pueblecito, vivía un poeta cuyas obras eran conocidas en todo el país, y los habitantes del lugar admiraban a aquel hombre que era capaz de escribir un poema cada semana, o dos. Se decía que la propia Vida era su musa, puesto que hablaba del amor, de la muerte, de la familia, de los amigos...su obra era magnífica, y digna de ser admirada por los más exquisitos críticos. Él era un hombre muy discreto, y muy humilde, también; con sus ojos verdes y sus cabellos, ligeramente despeinados, morenos, no se podía decir que fuera apuesto, pero a él no le importaba. Vivía solo en una casa cerca de la fuente del pueblo, donde a veces se le podía ver sentado, admirando el cielo, y saludaba a todos los habitantes del pueblo.
Un día, sin embargo, ocurrió lo peor que le puede ocurrir a un escritor de cualquier clase.
Su inspiración se esfumó.
Aquella semana no hubo ningún poema, pero los aldeanos pensaron que era posible que el hombre estuviera enfermo, pues tampoco salió de su casa durante todo ese tiempo. Sin embargo, otra semana pasó, y el poeta se pasaba las horas en su estudio, encerrado con una débil lámpara de aceite y con millones de papeles esparcidos por su mesa. No dormía, y apenas comía. En la siguiente semana perdió peso debido a aquella situación, y a la cuarta semana, los habitantes del lugar, aburridos y cansados de esperar, comenzaron a enviarle cartas al escritor, pidiéndole nuevas creaciones.
La única respuesta que obtuvieron fue un manifiesto de orden público, proveniente del mismo escritor, que decía lo siguiente: "Me pedís que cree algo para vosotros cuando no tengo nada maravilloso que mostraros. Si le pidierais a Dios que creara algo para vosotros y él no tuviera nada extraordinario que crear, ¿no os sentiríais decepcionados luego?"
Aquel manifiesto puso a los sacerdotes del pueblo en alerta y arremetieron contra él, pero los aldeanos se mantuvieron firmes en su propósito de conseguir que el escritor les deleitara con otra de sus obras y no hicieron caso a las críticas de los hombres de religión.
Otro mes pasó sin noticias de que aquel hombre hubiera conseguido escribir una nueva obra. Sólo se le veía por las mañanas, cuando iba a comprar la comida al mercado, y por las noches, dando paseos en su estudio con la luz de su lámpara iluminándole el cansado rostro. Y a finales de aquel segundo mes...
Se esfumó.
Los habitantes se dieron cuenta en seguida de que el poeta se había ido de su casa, y que la había dejado sola con una sirvienta que se negaba a dejarles pasar. El alcalde del pueblo decidió no tocar la casa ni venderla, por si en algún momento el escritor volvía.
Pasó un año sin noticias suyas. Durante aquel año, la gente se fue olvidando del magnífico poeta que tuvieron un día alojado en su pueblo, y se fue dedicando a su vida. El único recuerdo que quedó de él fueron sus increíbles poemas, que de vez en cuando eran leídos por los nostálgicos, o en días de lluvia, cuando no se podía salir a la calle. En aquel año, el índice de natalidad subió, se organizaron veinte bodas y los jóvenes pasaban más tiempo en la calle que antes, lo que hizo que un pueblo tan pequeño como aquel se llenara de vida.
Y entonces, una acalorada tarde de abril, el poeta volvió, y no lo hacía solo. Una bellísima mujer de cabellos castaños, ojos azules como zafiros y cuerpo esbelto lo acompañaba. Los aldeanos estaban sorprendidos de aquel hombre hubiera encontrado aquella compañera, pero la mujer afirmaba que no fue el aspecto de él lo que la impresionó, sino sus sentimientos y su personalidad.
Tras una semana de expectación, el escritor anunció, orgulloso, su nueva obra. Y esta vez, se trataba de un libro completo: lo llamó "El Libro del Olvido".
Los habitantes del lugar estaban excitados con aquel anuncio. ¡Una nueva época de poesía se acercaba! En las primeras horas del día, todas las unidades que el escritor había conseguido imprimir se vendieron, y todos los aldeanos devoraron el libro con avidez. Sin embargo, se quedaron desconcertados con su contenido.
En vez de una recopilación de su obra, como algunos podrían haber podido esperar, durante aquel año de ausencia, el escritor había publicado una autobiografía que iba intercalada con algunos poemas nuevos. En ella, el poeta explicaba cómo un día su musa desapareció, y cómo, dos meses después, se dio cuenta de una cosa: había dedicado tantísimo tiempo a escribir sobre las emociones y la vida, que había olvidado cómo se vivían, y decidió salir de viaje para recuperar las sensaciones. Narraba su viaje por tierras lejanas, cómo había vivido innumerables aventuras, había conocido reyes, princesas y guerreros, y también campesinos, gentes humildes y comerciantes, que habían ido tocando fibras sensibles en él. También cómo conoció a Alana, la mujer de su vida y su actual compañera, una bailarina de una lejana corte, y cómo se habían seducido mutuamente y se habían enamorado. Todo ello decorado con poemas extraordinarios, ¡más que los anteriores!, y que transmitían aún mejor todos los sentimientos del poeta y se quedaban calados en los lectores.
Sin embargo, no fue esta fantástica obra lo que maravilló a los habitantes, sino la última página del libro.
En ella, no había nada.
Lo único que se podía ver era una foto del escritor y de Alana, su futura esposa, riendo y abrazados el uno al otro, y una frase escrita debajo de la foto:
"Queridos amigos, me siento increíblemente afortunado de teneros como vecinos y admiradores de mi obra, pero por favor, no os dejéis arrastrar por ella como hice yo. Recordad siempre que una vida leída es una vida que no es vivida"
Aquella declaración tocó el alma de sus lectores en lo más hondo de su ser, y se dieron cuenta de cómo, efectivamente, la ausencia de nuevas creaciones durante aquel año les había permitido seguir adelante con su vida, y decidieron hacer caso del sabio consejo de su poeta más ilustre:
"Una vida leída es una vida que no es vivida".